¡Quiero el divorcio!.

Cuando nos planteamos confiar en decir a nuestra pareja “quiero el divorcio“, está claro que, en principio, ambas personas en la pareja saben que hay algo que no funciona entre ellos. El cariño, el respeto y la confianza entre ambos deben prevalecer siempre.

Una familia no es una empresa, y como tal, así debemos enfrentarnos a esta decisión. ¿Por qué decimos esto? Sencillo, cuando afrontas una situación de este tipo, debes tener claro que no estás despidiendo a un empleado. Puede parecer muy bestia esta precisión, pero lo que está claro es que hay más de uno y más de una que equiparan estas situaciones.

Dicho esto primero, debemos, desde el respeto, tratar de dejar fuera de la negociación que vendrá sobre los aspectos eminentemente materiales. Aquí, debemos ser realistas y afrontar la situación con la madurez suficiente que merecemos y que merece nuestra futura expareja.

Si tenemos hijos, no debemos mezclar nunca las cuestiones relativas a los menores con las cuestiones económicas del patrimonio familiar. Recordemos que nos estamos separando o divorciando de nuestra pareja, no de nuestros hijos.

Pero volviendo al tema de la entrada, consejos a la hora de decir quiero el divorcio, podemos destacar los siguientes factores:

  • Sinceridad. No hay que disfrazar la verdad, ni camuflarla a través de mentiras que tarde o temprano saldrán a la luz. En cualquier caso, si hay terceras personas que van a formar parte del ámbito futuro de la familia que cambia de situación, lo procedente es ir introduciéndoles poco a poco, sobre todo si existen menores, para no generar un estrés mayor del requerido en una situación tan traumática.
  • Madurez. La decisión, una vez que se ha tomado, debe ser lo suficientemente madura como para, en principio, perdurar en el tiempo. Decir quiero el divorcio de manera reiterada en el tiempo, acompañado de reconciliaciones en periodos más o menos prefijados, abocan en principio a cualquier relación al fracaso.
  • Empatía. La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro. A la hora de decir quiero el divorcio, no debemos ser egoístas y buscar autocomplacernos. Por el propio respeto que le debemos (incluso jurídicamente) a nuestro cónyuge, debemos ser capaces de ponernos en su lugar y tratar de no hacerle las cosas más complejas de lo que de por sí ya son.

Si combinamos estas tres características a nuestro discurso, si bien no garantizamos un resultado amistoso, sí estaremos más cerca de lograrlo que si aplicamos lo contrario.

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